#Estres #Adaptación #TrastornoAdaptativo #Psicologia
Comenzaremos recordando que los manuales especializados se han referido a las reacciones temporarias de las personas ante distintos estresores como: Trastorno conductual primario, Reacción al estrés, Trastorno situacional transitorio, Reacción situacional, Reacción de ajuste, Trastorno adaptativo (1). En rigor, parece que tales síndromes ya fueron advertidos en época de Hipócrates cuando se consideraban las experiencias apremiantes como desestabilizantes de la armonía. No escapó al criterio de aquellos científicos la necesidad de atender meticulosamente la historia vital del paciente, sus hábitos y hasta sus producciones oníricas. Para la mayoría de los casos se recomendaba descanso, control alimenticio y una suerte de terapia musical.
Pasaron muchos años para que comenzaran a surgir informes más específicos. En el siglo XIX Claude Bernard divulgó conclusiones sobre estudios llevados a cabo con amebas en el laboratorio. Mostraba que en los unicelulares se manifestaba la tendencia a regular funciones ante estímulos internos y externos, evidenciando lo relevante que resulta para el organismo que los mecanismos encargados de brindarle estabilidad se activen apropiadamente ya que su continuidad como entidad vital dependía de ello.
En el mismo siglo comenzó la obra de
Sigmund Freud, quien destinó gran parte de sus emprendimientos a dilucidar los
problemas relacionados con situaciones traumáticas. Si bien el concepto de
trauma primeramente fue utilizado para referir lesiones del organismo -de
hecho, su raíz etimológica griega significa “herida”- (2), con posterioridad el
psicoanálisis comenzó a observar los trastornos en la personalidad considerando
que el trauma surge cuando la intensidad de un acontecer -del orden físico o
psíquico- supera las posibilidades del sujeto para responder adecuadamente,
produciendo consecuentemente una serie de efectos patógenos (3).
En 1911 Walter Cannon propuso las
primeras consideraciones sobre el término stress,
englobando en él los aconteceres desencadenantes de respuestas, de huida o
lucha, que permitieran al organismo mantener su homeostasis (término que ha
permanecido vigente en toda investigación relacionada con la dinámica
adaptativa). Retomando ideas de Bernard, Cannon supo sacar provecho del
referido concepto para explicar la natural tendencia de los seres vivientes a
perdurar en equilibrio estructural y funcional utilizando mecanismos
regulatorios (4).
Algunos años más tarde Adolf Meyer
propuso que bajo el concepto reaction
se englobe toda respuesta psicobiológica a las modificaciones internas o
externas, sea su resolución adaptativa o patológica. Pero la tendencia
generalizadora no tuvo lugar en todos los ámbitos. Varios psiquiatras europeos
reconocidos (por ejemplo, Jaspers y Bleuler) reservaron el concepto de estados
reactivos para aquellos provocados solamente por contingencias externas (5).
Dentro de la propuesta nosográfica de las
enfermedades mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) de 1917,
los trastornos situacionales tuvieron un lugar marginal como ser en el apartado
titulado Otras Condiciones Malsanas. Con posterioridad, en 1934, la misma
institución incluyó al cuadro en cuestión en la categoría Trastornos
Conductuales Primarios definiéndolos como desajustes que el sujeto padece ante
situaciones corrientes de la vida aunque, en ciertos casos, su adaptación se
vería comprometida hasta dañar su autovalimiento. Además, dentro de las Psiconeurosis
se posicionaron varios síndromes influenciados por vivencias nocivas como por
ejemplo las Depresiones Reactivas (6).
En 1936 Hans Selye, estudiando los
fenómenos estresantes por los que transitaban los organismos vivos, definió un
Síndrome General de Adaptación, cuyas etapas eran: reacción de alarma, fase de
sobreadaptación, agotamiento. El estrés fue interpretado por Selye como
respuesta que el organismo ofrecía a demandas intensas y al cuadro producido al
cronificarse los estímulos lo llamó Enfermedad de Adaptación. Pareciera que
desde este autor el término estrés comenzó a priorizar no tanto al agente que
actúa, sino más bien al padecimiento del organismo por su acción (7).
A partir de la segunda guerra mundial
surgieron grandes cantidades de soldados-pacientes y los psiquiatras
investigaron las consecuencias de la exposición a eventos altamente
desestructurantes. La constelación de información fue variada, destacándose la
repercusión somática de la vivencia traumática y las bondades de terapias en
crisis.
En 1952 una nueva propuesta de la APA incluyó
la categoría Alteraciones de Etiología Psicogenética o sin Causa Orgánica
Claramente Identificada ni Alteración Estructural Cerebral Perceptible y dentro
de ella la subcategoría Alteraciones de la Personalidad Transitorias y
Situacionales. Tenían en común una serie de manifestaciones como astenias
psicofísicas, disfunciones conductuales, ansiedad inespecífica o
comportamientos indecorosos. Estos cuadros cedían sin grandes complicaciones si
eran diagnosticados y tratados precozmente; de no ser así, tendían a derivar en
neurosis o trastornos de la personalidad. No obstante, tempranamente se
advirtió que dichas patologías eran poco específicas y la atención del clínico
debía estar dirigida a la localización de los factores situacionales que
provocaban el síndrome (8).
En 1962 Engel volvió sobre las
consideraciones pioneras y redefinió al stress
como proceso producido por determinantes internos o externos que, por su
intensidad, activan en primer lugar el funcionamiento de mecanismos defensivos
psicológicos en vistas a resolver dichos apremios.
Con la aparición del DSM II en 1968, se
evidenció el interés de los clínicos por los problemas adaptativos en edades
tempranas. Surgieron entonces las Reacciones de Adaptación de la Niñez y la
Infancia quedando el cuadro, más allá de los niveles evolutivos en que tuviera
lugar, mejor especificado. Se trataría de trastornos transitorios con una
duración que podría extenderse de días a semanas y cuyo síntoma principal lo
conformaría una tensión afectivo-emocional. No haría falta poseer una
personalidad patológica previa y el determinante sería un factor ambiental
desfavorable para el sujeto. La solución terapéutica estaría basada en la
capacidad de quien lo padece y, si una vez desactivado el estímulo estresante
continuaba el déficit adaptativo, debería considerarse otro trastorno.
En el DSM III de 1980, apareció el título
Trastorno Adaptativo. No se hablaba muy específicamente de estrés intenso ni de
duración. Se insistía en lo determinante para la remisión el cese del factor
estimulante y se proponían subtipos según los síntomas predominantes. En su
revisión de 1987 se puntualizaba que la duración debía ser de seis meses;
además, se agregó el tipo con repercusión orgánica. Ambas publicaciones fueron
criticadas por la falta de precisión, fundamentalmente en lo que respecta a la
entidad de los estresantes (9).
También en 1980 González Rivera había
formulado la Ley General del Estrés, explicando que cuando la estimulación
ambiental supera las posibilidades adaptativas del individuo, éste percibe la
situación como peligrosa o nociva desencadenándose una reacción que tiende a
mitigar el estrés (fenómeno que sería acompañado con hipersecreción de catecolaminas
y cortisol). Y en 1990, el mismo autor se interesó por los aspectos
psicodinámicos en las reacciones de ajuste definiendo el estrés psicológico
como aquella vivencia que activa aspectos conflictivos del sujeto, potenciando
angustia que, a su vez, moviliza mecanismos defensivos. Revalidó muchas
apreciaciones de Freud respecto al trauma psíquico, en especial para explicar
el Trastorno por Estrés Postraumático (10).
En el DSM IV (1995) se intentó retomar la
especificación del Trastorno Adaptativo, aunque continuaron ciertas
dificultades en la síntesis. Se propuso que el trastorno podría manifestarse
con síntomas en diversas áreas como ser las cognitivas, afectivas o
conductuales. Consecuentemente, el sujeto desarrollaría diversas dificultades -siempre
atentos a que el evento estresante ejercería su influencia en función de la
significación que tuviera para quien lo padece-. En capítulos posteriores se
especificarán los criterios diagnósticos de dicho manual más detalladamente (11).
Conforme a esta reseña, queda sugerido
que progresivamente se fue desdibujando la relación lineal entre estresante y
síntomas específicos, instalándose así el Trastorno Adaptativo como problema
que requiere minucioso análisis en vistas a esclarecer los factores
intervinientes, por definición difíciles de precisar aunque, como se verá,
investigaciones recientes tienden a definir mejor las variables en juego.
Todas estas cuestiones parecen
revitalizar la tradicional pregunta: por qué ante un mismo acontecimiento
algunos enferman y otros no? En próximas publicaciones se explicarán algunas
respuestas de quienes han estudiado el problema.
Fuentes:
(1)
Freedman, A. - Kaplan, H. - Sadock, B. Tratado
de Psiquiatría. Barcelona: Salvat. 1982. Cap.: “Trastornos Situacionales
Transitorios”(2) Cía, A. Trastorno por Estrés Postraumático. Bs. As.: Imaginador. 2001. Cap.: “El Trauma en la Historia de la Psiquiatría”.
(3) Laplanche, J. - Pontalis, J-B. Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Labor. 1983. Cap.: “Trauma-Traumatismo (Psíquico)”.
(4) Braier, L. Diccionario Enciclopédico de Medicina. Bs. As.: Heracles. 1955. Cap.: “Homeostasis”.
(5) Saz de Kohan, C. 1998). El Síndrome de Estrés; Concepto y Actualización. Revista de la Asociación Médica Argentina. Vol III, n*1. 49-51.
(6) Mira y López, E. Manual de Psiquiatría. Bs. As.: BC. 1943. Cap.: XV.
(7) Pasqualini, R. Stress. Bs. As.: El Ateneo. 1952. Cap.: “Historia, Conceptos Básicos, Definiciones”.
(8) Vallejo Nágera, J. Introducción a la Psiquiatría. Barcelona: Científico Médica. 1977. Cap.: “Psiquiatría Clínica”.
(9) Kaplan, H. - Sadock, B. Compendio de Psiquiatría. Barcelona: Salvat. 1991. Cap.: “Trastornos de Adaptación y del Control de Impulsos”.
(10) Gonzalez de Rivera, J.
-1991. Factores de Estrés y Enfermedad. Actas Luso Española, 19/6, 290-297
-1995. Estrés y Ansiedad. Actas Luso Española, 23/6, 310-313
(11) Asociación Psiquiátrica Americana. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Barcelona: Masson. 1995. Cap.: “Trastornos Adaptativos”.
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