domingo, 19 de septiembre de 2021

Notas sobre proyectos comunitarios

Contenidos principales: Proyectos locales participativos. Investigación-acción. Paradigma ecológico. Organizaciones sociales.

A comienzos del S.XX, Frederick W. Taylor propuso una serie de estrategias en vistas a doblegar aquello que, según él, parecía ser uno de los principales males de la época en EE.UU. y otros centros industriales: la falta de eficiencia. La obra de Taylor fue valorada y también criticada recurrentemente; por ejemplo, recuérdese la histórica diferenciación con Henry Fayol y otros investigadores coetáneos (incluso nosotros, humildemente, nos diferenciamos ya que no pensamos en un antagonismo entre los métodos empíricos, artesanales y los científicos sino, más bien, proponemos integrarlos). Con todo, y atentos al límite impuesto por nuestros escasos conocimientos sobre Administración, reconocemos que a Taylor se lo identificó como uno de los promotores de la racionalidad aplicada al mundo del trabajo y, además, nos interesa llamar la atención sobre su entusiasmo al suponer que el management tendría utilidad de magnitud: "puede aplicarse con la misma eficacia en todas las actividades sociales, nuestros hogares, explotaciones agrícolas, negocios sean grandes o pequeños, iglesias, instituciones filantrópicas, universidades y departamentos gubernamentales" (1). Dicha conceptualización nos invitó a reflexionar sobre casos que hemos conocido y en la viabilidad de acercar logros de la administración de proyectos a diferentes actores sociales para, si fuera de interés, optimizar sus emprendimientos que, muchas veces, parecieran frustrados por falencias metodológicas.

Sabemos que la elaboración de proyectos ha sido durante largo tiempo identificada con una actividad de especialistas, y aquí creemos importante retomar un tema que revisamos a menudo desde distintas perspectivas. Puntualmente, la cuestión remite a lo comentado sobre las dificultades que evidencian muchas organizaciones comunitarias para alcanzar sus objetivos, resultando que gran parte de esa frustrante experiencia pareciera derivada de acciones inconducentes que disipan la energía al punto de debilitar los planes. Surge entonces una pregunta asociada: esta presunción no se realiza, en rigor, desde un espacio ajeno a la cultura organizacional de los referidos emprendedores? En perspectiva, reconocemos que, luego del entusiasmo inicial propio de noveles profesionales, paulatinamente fuimos dudando del proceder asistencialista que parecíamos irradiar sobre cualquier trabajo de campo que se nos presentara, llegando a la fecha con algo del dilema sobre si es un asunto abordable desde un encuadre dualista en el que el saber es transmitido desde el idóneo al lego (mera transferencia tecnológica) o resultaría apropiado aceptar y acompañar otras formas de hacer las cosas, otras cosmovisiones propias de la diversidad. Hasta el momento hemos encontrado solo una propuesta promisoria en vistas a superar las barreras generadas por la escisión: ser parte, reconocernos y ser aceptados como actores de una realidad convocante; compartiendo el decir de Alvin W. Gouldner cuando define la Sociología Reflexiva, “no interesa descubrir la verdad acerca de un mundo social que se considera externo al que conoce, sino ver la verdad como surgida del encuentro de este con el mundo y de su intento de ordenar su experiencia en él” (2).

Continuando, sabemos de alternativas, estando una de ellas vinculada al hecho de que progresivamente desde diferentes ámbitos han surgido propuestas que permiten hacer más amigables los principios del management (usamos el término en sentido amplio) de cara a la resolución de problemas públicamente relevantes. Un ejemplo de ello es la propuesta de los Programas Locales Participativos, destinados a convocar a la comunidad. Citamos: “Formular un proyecto es imaginar y ordenar los diferentes pasos de la acción futura con el objetivo de llegar a la situación deseada por medio de un conjunto de actividades ordenadas, con recursos determinados y dentro de un plazo definido. El proyecto se plantea para expresar claramente el camino que se seguirá, el conjunto de actividades que se propone realizar, de manera articulada, con el fin de producir determinados bienes o servicios capaces de satisfacer necesidades”. Para este tipo de emprendimientos suelen considerarse pasos como los siguientes: convocatoria a los referentes; diagnóstico participativo; identificación y priorización de los problemas; esclarecimiento de las causas; elección de estrategias y actividades; listado de recursos disponibles; cálculo de presupuesto (3). Los ejes temáticos surgentes del campo de los intereses comunitarios reflejan un abanico amplio de asuntos como ser divulgación y/o reconocimiento de derechos, seguridad, género, acceso a la salud y al trabajo, tercera edad, calidad medioambiental, discapacidad, inclusión.

Creemos que lo dicho sobre la importancia del protagonismo de los interesados en el reconocimiento de los problemas y en su efectiva solución encuentra una correlación sinérgica en ciertas orientaciones metodológicas, cuestión que nos remite a otro de los tópicos que deseamos señalar. Hablamos, en esta oportunidad, de la investigación-acción (4) impulsada por Kurt Lewin entre otros autores, diseño que, cuando permite realmente plena participación de la gente, resulta una suerte de vía regia para el tránsito desde el cuestionable asistencialismo hacia la colaboración técnica integrada (que, recordamos, logra su real virtud cuando los roles para llevar adelante el proyecto son ejercidos por los involucrados en la situación a transformar, incluidos nosotros, quizá como managers). A lo visto más arriba respecto de los programas locales participativos, una propuesta básica de investigación-acción aportaría la secuencia típica para modificar situaciones identificadas pero con un valor agregado, representado por conceptos como ser: perspectiva holística, conocimiento históricamente situado, propósito transformador de la realidad, diálogo por co-presencia de voces entre agentes internos y externos de los distintos sectores intervinientes, desnaturalización de ciertas situaciones. El siguiente párrafo parece apropiado para redondear esta síntesis: desde la referida perspectiva toda persona es vista como un ser de conocimiento y como un ser de relaciones, por lo que los miembros de la comunidad también lo son. La investigación-acción resulta ser entonces un producto entre los saberes popular y científico.

En este punto, creemos necesario cerrar la exposición haciendo referencia a un último concepto. Como es de suponer, por básico razonamiento, cualquiera fuere el tema a tratar por el grupo social interesado en promover algún cambio, la experiencia no sucederá en un vacío sino en un tiempo y lugar conjugados por determinantes socioculturales. Y, seguramente, desde la perspectiva tratada más arriba, dichos factores serán tenidos en cuenta tanto sea en la identificación de los problemas como en la planificación de las soluciones. Pensamos, entonces, que resulta acorde proponer como marco para la praxis los lineamientos de la mirada sistémica aportada por Fritjof Capra al hablar de una ecología profunda, caracterizada entre otros puntos porque “no separa a los humanos -ni a ninguna otra cosa- del entorno natural. Ve el mundo, no como una colección de objetos aislados, sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e interdependientes” (5). Consecuente con esta mirada valen las siguientes líneas de Manfred Max-Neef que nos amplían el panorama, en este caso, por ejemplo, aplicables incluso a fenómenos productivos, al recordar que “cuando están ausentes la conciencia, las emociones y los valores perdemos la conectividad entre economía, sociedad y naturaleza viva. De acuerdo a la ontología de la economía ecológica el mundo orgánico se basa en un concepto de naturaleza y sociedad como fenómenos colectivos” (6). Aportamos aquí, siguiendo observaciones registradas en nuestra labor, que los grupos que actúan con alto grado de compromiso en una atmósfera holística como la presentada, evidencian una particular consolidación de aprendizajes (seguramente relacionado con las bondades de la construcción colectiva de los conocimientos y en la concientización lograda), promisorios cimientos para futuros desafíos.    

Concluyendo, respecto a la idea inicial creemos que las extrapolaciones indiscriminadas sobre las personas y los grupos resultan indebidas, pero una articulación entre fines, objetivos y metas de distintas organizaciones sociales y los lineamientos de la administración de proyectos encuadrada desde un paradigma sistémico-ecológico y participativo, resulta pertinente.

Bibliografía: (1) Taylor, F. Management científico. Hispamérica. Madrid. 1984/ (2) Gouldner, A. La crisis de la sociología occidental. Citado por Martínez Samek, P. Con relación a la vigencia del concepto de sociología reflexiva. UBA-CBC-Sociología. 2008/ (3) Ministerio de Salud de la Nación Argentina. Proyectos locales participativos. 2006/ (4) Ministerio de Salud de la Nación Argentina. Programa médicos comunitarios. Posgrado en metodología de la investigación. Módulo 4. 2008/ (5) Capra, Fritjob. La trama de la vida. Anagrama. Barcelona. 1998/ (6) Max-Neef, M. Economía herética. Icaria. Barcelona. 2017.

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